sexta-feira, 9 de maio de 2008

Electrodos contra el parkinson


La estimulación eléctrica de los núcleos cerebrales afectados por la falta de dopamina consigue controlar los temblores, la rigidez y la torpeza que causa esta enfermedad.
10.05.08 - A pesar de las intensas investigaciones que desde hace décadas se desarrollan en la búsqueda de tratamientos eficaces, las terapias actuales sólo llegan a paliar los síntomas incapacitantes que genera el parkinson. Se calcula que esta dolencia afecta a una de cada 500 personas mayores. Torpeza, temblor o rigidez de manos y piernas son las manifestaciones iniciales que caracterizan a la enfermedad de parkinson.

Hoy sabemos que esta dolencia neurodegenerativa comienza cuando la persona afectada empieza a perder neuronas generadoras de una sustancia denominada dopamina. Este componente químico actúa normalmente en la transmisión cerebral de las señales eléctricas que modulan el movimiento. Por eso, la falta de esta sustancia provoca alteraciones en el sistema motor del individuo. La dopamina viene a ser como la gasolina necesaria para que el movimiento de las personas sea fluido y controlado. Hoy por hoy, la verdadera causa de la muerte de las neuronas dopaminérgicas todavía se desconoce y por tanto no existe un tratamiento que detenga el avance de la enfermedad.

Así, los primeros síntomas de la falta de dopamina pueden comenzar con la manifestación de un movimiento más lento o torpe que, generalmente al inicio, suele afectar sólo a un lado del cuerpo. Puede ocurrir que el paciente sienta cierta torpeza al realizar tareas cotidianas como atarse los botones o manejar adecuadamente los cubiertos. La enfermedad de parkinson se caracteriza también por la presencia inicial de temblor, normalmente en situación de reposo. Así, el paciente puede percibir que la mano o la pierna que percibe torpe en el movimiento, presenta cierto temblor cuando permanece en reposo. El tercero de los síntomas que genera la falta de dopamina es esa rigidez del miembro afectado. El individuo siente que no tiene la habitual fluidez articular al moverlo o percibe una sensación de tensión.

Estas tres manifestaciones -torpeza, temblor y rigidez- componen los síntomas cardinales de la enfermedad de parkinson. Su aparición puede producirse a la vez o de forma paulatina y el orden de presentación es aleatorio. Generalmente, cuando el paciente acude al médico suele presentar al menos dos de estos signos, que constituyen el criterio mínimo para hacer un diagnóstico de parkinson.

Tratamiento inicial
En los momentos iniciales el control de la enfermedad y la mejora de los síntomas mediante una medicación que aporte dopamina es relativamente fácil. Gracias al tratamiento, el movimiento vuelve a tener la fluidez perdida y el paciente consigue de nuevo una calidad de vida óptima. Esta etapa de la enfermedad se conoce como 'luna de miel'. Se caracteriza porque el paciente toma a diario su medicación y consigue así reponer la dopamina necesaria para mantener un control motor suficiente.

A los 10 años del inicio de la enfermedad, el sujeto afectado ha perdido ya mucha capacidad para generar dopamina propia, por lo que cada vez resulta más difícil controlar los síntomas. Se estima que, después de los 5 primeros años, aproximadamente un 50% de los pacientes empieza a percibir que la medicación no le hace efecto durante todo el día. Este fenómeno ocurre por la carencia creciente de dopamina endógena (o propia). El paciente comienza a depender cada vez en mayor medida del aporte externo. Este período se conoce como etapa de fluctuaciones motoras. Si a los 5 años la mitad de los afectados comienza a presentar estas fluctuaciones, cada año que pasa se añade un 10% más de afectados por las oscilaciones motoras. A los 10 años, no la totalidad, pero sí un 90% de los pacientes presentará este problema.

Los pacientes candidatos al tratamiento quirúrgico son aquellos que presentan fluctuaciones motoras predecibles, con periodos de beneficio breves, por lo que pasan mucho tiempo al día con una mala situación motora. Lo deseable, por tanto, es no esperar a presentar una situación caótica para someterse a la cirugía, sino hacerlo cuando la etapa de fluctuaciones motoras sea clara y los síntomas se manifiesten durante buena parte del día. Es entonces el momento adecuado para someterse al tratamiento quirúrgico y evitar así avanzar hacia una situación cada día más compleja y grave.

El fundamento del tratamiento quirúrgico reside en actuar sobre aquellas zonas del cerebro que permanecen alteradas por la carencia de dopamina. La pérdida de dopamina hace que estas áreas funcionen de forma aberrante, con unos patrones de actividad anormales. El neurocirujano actúa sobre estas zonas, que previamente se identifican mediante un método de registro neuronal específico, parecido a un electroencefalograma, que se realiza en los núcleos afectados.

Tratamiento quirúrgico

Consiste en implantar unos electrodos directamente en los áreas afectadas por la falta de dopamina. Se estimulan eléctricamente determinados puntos para que mantengan su actividad de forma adecuada. El área del cerebro donde deben implantarse los electrodos es el núcleo subtalámico, el punto donde mayores alteraciones produce esa carencia de dopamina.

La corriente eléctrica que se induce a través de los electrodos debe tener unas características concretas de intensidad, frecuencia y duración del impulso eléctrico. Ese patrón concreto es el que consigue eliminar los patrones aberrantes en la actividad de los núcleos estimulados y restaurar unos parámetros más parecidos a los normales, similares a los que tienen cuando el aporte de dopamina endógena es normal. Si bien las características de la corriente eléctrica se establecen dentro de un mismo rango para todos los pacientes, el neurólogo que realiza la programación deberá encontrar las más adecuadas para cada una de las personas intervenidas.

Una vez que los electrodos están implantados y la corriente eléctrica programada, el paciente cuenta con una estimulación continua (durante todo el día y toda la noche) que consigue corregir la mayor parte de los síntomas de la enfermedad de parkinson.

En general, se calcula que la cirugía proporciona un beneficio situado entre el 60 y el 70% de corrección de los síntomas, por lo que resta un 30 ó 40% que debe resolverse mediante medicación. Con el paso del tiempo, en un seguimiento de más de diez años realizado en pacientes de la Clínica Universitaria de Navarra, se ha demostrado que se mantiene el beneficio sobre los síntomas. A veces pueden producirse pequeñas inflexiones, aunque en general no son significativas. Sin embargo, en torno a un 80% de los pacientes que sobrevive muchos años con la enfermedad manifiesta otro tipo de problemas que no dependen de la dopamina pero que también son originados por la neurodegeneración, como pérdida de equilibrio y caídas. Fonte: El Diario Montanes-es.

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